jueves, 17 de diciembre de 2015

Amanda y el Minotauro (fragmento)


Pintura del artista plástico argentino Sergio Santini

Capítulo 10

Uno podría viajar a cualquier parte. Y, para qué? para pasarse los días mirando el cielo o los pájaros en el cielo, cada vez con mayores indecisiones morales, con el aburrimiento lamiéndome los dedos de los pies. Habían sido unos meses terribles. Había llamado con todos los nombres posibles a todos los seres posibles y, sin embargo, allí estaba ahora. En otro viaje. Aquellos dos viejos lo esperaban. Él los amaba y ellos lo amaban, pero hay ciertos momentos de existir y padecer donde el amor se queda jadeando con la lengua afuera y no alcanza a tocar los talones del atleta.

Qué había ocurrido en los últimos meses? Si pudiera recordarlo dejaría de andar de un lado a otro. Eso era lo único que tenía en claro. Pero de qué le servía? Miraba el paisaje. Los postes de luz. Las llanuras bonaerenses. El sol del mundo. Mala suerte, se dijo, y cerró los ojos para dormir. No sé cómo ocurrió. No habría civilización posible donde poder vivir una existencia que no levantase rumores, sospechas, desconfianzas. Nunca había estado preparado para una vida solitaria. Esa era la verdad.Pero ya no podía vivir dentro de una trinchera. 

No, claro que no. Buenos Aires invisible. Me alejo de vos. Una vez más. Me acerqué a la ventanilla y vi que arrastraban una vaca que tenía las vísceras colgando; la arrastraban cinco peones, por pleno campo. Algunos de ellos le daban patadas. Momentos después una elevada loma no me permitió seguir mirando la escena.
Estamos dominados y transidos por el lenguaje. Todo es lenguaje. Esa violencia responde al lenguaje. La ausencia de lenguaje también engendra violencia. Qué habrá sido de los amigos que una vez ocuparon los primeros peldaños en la escala de mi satisfacción? Algunos ya deben de estar casados, con panza y con hijos. Otros quizá hayan muerto, porqué no. Ella mi lenguaje.

Uno oculta constantemente miserias, eso es así. Pero esas miserias también son razones. Luces. El miedo, el odio y demás impulcritudes del espíritu humano que uno esconde bajo el pellejo no son otra cosa que luces, razones. Y duele tanto esa certeza. Viajar a cualquier parte, sí. Y, para qué?
Si uno se lleva a sí mismo como quien arrastra una bolsa de basura. O una piedra. Quién de nosotros es Sísifo, quién la roca?

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