jueves, 17 de diciembre de 2015

Los perros de la noche (fragmento)



Pintura del artista plástico argentino Sergio Santini

Me contó un pajarito que anduviste cerrando ciertas puertas de la mano del viejo y querido Micifuz. Probaste los merenguitos de la Abuela Nieves? Ah, gracias a Dios que la vieja sigue cocinando de ese modo. Una vez, cierta vez, cierto siglo que en este momento juguetea con mi memoria yo fui el invitado de honor a su mesa, válgame el infierno! Qué opíparo sirvió la vieja en ese entonces! Claro, necesitaba un favor, Ismael, y cuando alguien necesita un favor del diablo nada mejor que atacar su estómago. Somos la gula con patas, sí señor.

Nada mejor que echarnos un bocado a la boca para ponernos alegres. Y seguramente debés haberte orinado los pantalones cuando Matunga, el General, te dijo con su férrea y punzante voz “hete aquí un maricón que necesita disciplina y unos cuantos cuerpo a tierra verdad? Cómo te llamás Niña?”. Ah, sí, el General Matunga. Con decirte que a mí mismo me genera cierto escozor en la barriga su mirada severa y sus modos tan bruscos. Pero en el fondo es un buen pendejo, todo su hacer converge en su tríada existencial “servir a la patria, alabar a Dios y cuidar la familia”. Ah, qué tipo más gracioso. Sabés cómo lo llamaban de pequeño en la escuela? “El gran bodoque de San Telmo” y él contento porque creía que bodoque significaba gigante o fuerte.

Claro que cuando le cayó en las manos un diccionario de sinónimos la mitad de los niños del curso quedaron maltrechos y más de uno fue a dar con sus huesos a una cama de hospital. Dejame adivinar, a que te hizo cantar el Himno Nacional con las manos cruzadas a la espalda, el mentón en alto y la voz en cuello? Ja, ese pendejo me fascina, sí señor. Brindemos pues por las puertas que supimos conseguir!

Golpeó su porrón contra el mío con una enorme sonrisa en los labios, yo encendí un cigarrillo, exhalé el humo que se perdió en las alturas del local y le dije que fuera al grano. Tenía que saber de una buena vez de qué se trataba el ofertón del diablo, el 3 x 1.

En mi corazón el rostro tieso y dolorido de mi padre me apretaba como un puño acerado. Había muerto hacía siete años, sin embargo allí seguía, en la cama del hospital de Haedo. Pero al mismo tiempo, no había yo tomado este tren que rodaba ahora bajo la lluvia, bajo la tormenta perfecta, la tormenta arquetipo, la que no debió nunca haber estado en este mundo, no había yo tomado este tren para ir a limpiar los yuyos que se levantan en su tumba?

Bueno, Ismael, vayamos, como decís, al grano. Esa metáfora agrícola me agrada y mucho. El gatito, el micifuz, dámelo. Entregámelo, esa es tu parte del trato. A cambio te devolvemos la vida de tu viejo, el amor de tu vida y. Acá viene lo mejo, Ismael, arrellanate bien en la silla.

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